EL VALOR DE SER DOCENTE EN TIEMPOS DE PANDEMIA

“Los educadores somos entonces los profesionales de la esperanza”
Xavier Gorostiaga

En el Estado de Guanajuato esta semana ha comenzado la jornada de vacunación para todo el personal docente, administrativo y directivo que labora en las instituciones educativas públicas y privadas de nuestra entidad.

Como un ejercicio de reconocimiento a la importancia del rol social que conlleva ser maestro en un país como el nuestro, se ha determinado que los docentes, junto con los adultos mayores y el personal médico, sean vacunados en preparación para la muy necesaria reapertura de los centros escolares y el regreso presencial de las comunidades educativas.

Si bien, ha quedado demostrado que todo el sistema de salud es la primer línea ante una crisis como lo fue esta pandemia; me parece que también se ha generado una revalorización de lo que significa ser maestro en pleno siglo XXI sumada a las circunstancias extraordinarias que hemos vivido.

Aunque este debate tiene no menos de dos décadas en los circulos académicos, es hasta que se implementaron las medidas de contención de la pandemia, con el cierre de escuelas que provocó la necesidad de las familias por tratar de sustituir el papel protagónico del docente con los medios que tenían disponibles; cuando entendimos el papel esencial que juegan los maestros en la vida social.

Al utilizar los recursos tecnológicos, análogos y/o tutores sutitutos como accciones remotas de emergencia nos dimos cuenta que ninguno de estos serían una verdadera solución conforme transcurrían los meses, porque no es lo mismo procesar información que comprender significados (Bruner,1996).

Para lograr un aprendizaje, los estudiantes demandan necesariamente la interacción con su maestro, entendido como el responsable de detonar la “magia” que ocurre dentro de un aula a través de interacciones donde todos aprenden de todos.

La neurociencia nos brindó la tecnología suficiente para por fin comprender que el cerebro se puede expandir y que el mejor medio para lograrlo es a través de estimular la emoción, la sorpresa y la creatividad.

Y es aquí donde el docente se vuelve el elemento clave como mediador que facilita alternativas y crea condiciones para dinamizar el desarrollo de los talentos que todas las personas tienen.

El maestro no es “solo” un profesional de la enseñanza, sino un artista que visualiza y moldea lo mejor de cada uno de sus estudiantes; un diseñador que proyecta escenarios y ambientes para que todos se sientan importantes y colaboren en un proyecto común; un ingeniero que utiliza las herramientas con las que cuenta, planea su integración y evalúa sus resultados; y finalmente, un ser humano que se expone, asumiendo sus propias vulnerabilidades, para conectar con sus alumnos de manera real y auténtica.

El regreso a clases en el mundo Post Pandemia nos dejó como lección que el progreso en educación no pasa por incorporar la Inteligencia Artificial para sustituir a los docentes; sino por invertir en formar a nuevos educadores que lideren el proceso de desarrollo de las Inteligencias Emocionales y Relacionales en las muy diversas comunidades de aprendizaje que existen en nuestro enorme territorio.

Con la vuelta al aula de los estudiantes desde la primera infancia hasta los universitarios, se renueva la esperanza de redefinir el rumbo de nuestro querido Planeta y reinventar el juego de la vida. Y en ese esfuerzo, el educador debe ser re-valorizado como uno de los pilares sobre los cuales se sostiene esta Nueva Era.

Si bien no tenemos idea de cómo lucirá el mundo en el 2050, si tenemos la certeza de que existe una nueva generación de personas con el potencial de desarrollar nuevas habilidades para el mejor de los mundos posibles.

Si no queremos ser controlados por algoritmos, debemos enseñar cómo vivir vidas significativas y plenas de propósito. Y para ese enorme reto debemos de brindar todo el apoyo a los “profesionales de la esperanza!!”.

Rodrigo Enrique Martínez Nieto

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